
Por
fin, el Congreso de la República reanudó su actividad legislativa al
interrumpir la interpelación al ministro de Cultura, ello fue motivado
gracias a la propuesta de rebaja del impuesto
de circulación de vehículos.
Al presidente le basto proponer una medida
populista y lograr un respaldo casi total entre las distintas bancadas
para romper la parálisis legislativa y aprobar una reducción impositiva
esperada y bien vista por la ciudadanía. El diputado de la UNE Carlos
Barreda lo explicaba así en su cuenta de FB, “elementos de orden
político y consideraciones técnicas… (permitieron) cambiar la forma de
negociar y hacer política en el Congreso”.
Esas
negociaciones fueron aprovechadas hábilmente para aprobar el Acuerdo de
Asociación con la Unión Europea. ¿Cuáles son las consideraciones
técnicas a las que se refiere Barreda? Y qué tiene que ver la rebaja de
impuestos con la aprobación de Urgencia nacional del Acuerdo de
Asociación con la Unión Europea.¿Por qué se ratifica un acuerdo sin
conocer, analizar y valorar sus implicaciones? ¿Por qué el Congreso
desprecia el debate?
El
Acuerdo de Asociación es un tratado comercial similar al firmado con
Estados Unidos llamado Tratado de Libre Comercio. La novedad, si se
puede llamar de alguna manera, es que dicho Acuerdo incluye dos tratados
adicionales más, uno de cooperación y otro de diálogo político. La
esencia del AdA sigue siendo libre comercio con visión neoliberal, que
significa ventajas para las empresas y las inversiones, intercambios
desiguales y apertura para acceder a compras gubernamentales, servicios y
recursos naturales gozando de completa protección.
¿Es positivo un Acuerdo de esa naturaleza? La respuesta puede parecer un misterio y dependerá de a quién se le pregunte y quién responda. Lo mejor es analizar un poco el Acuerdo y luego sacar conclusiones.
En
el tema comercial, el nivel de apertura se mide por la cantidad de
productos que pueden ingresar al país libre de aranceles de forma
recíproca entre las partes. En otras palabras, el nivel de apertura se
mide por la cantidad de productos a los que se les aplica un régimen de
libre comercio, sin restricciones y sin apoyos, para intercambiar entre
ambas regiones. De acuerdo con eso el país otorgó una apertura del
98.86%, de los cuales el 50% ingresa de inmediato al esquema de libre
comercio, el resto se desgravan en períodos de 5 a 15 años, de acuerdo a
una canasta de fracciones arancelarias negociadas.
El
restante porcentaje corresponde a 64 fracciones arancelarias, las cuales
han sido excluidas por completo del esquema del AdA por ser
consideradas productos sensibles e importantes para el país. El país
recibe a cambio una apertura del mercado europeo más modesta, al lograr
el ingreso libre de aranceles de los productos que ya gozaban de esos
beneficios dentro del Sistema General de Preferencias. El tratado sin
embargo no aborda el tema de las ayudas agrícolas que la UE brinda a sus
productores.
Con
ese nivel de apertura, ¿qué cambia en la estructura productiva
nacional? Quizás nada, pues el país adoptó mantener una amplia apertura
con el resto del mundo. Lo importante es reconocer que nuestra
estructura exportadora seguirá siendo similar, consolidando el esquema
agro exportador. Dicha estructura no está diversificada y se concentra
únicamente en 17 partidas arancelarias a nivel de productos agrícolas
que aplican en promedio entre un 11 y un 0% de impuestos de ingreso y no
registra ninguna partida de exportación industrial o de bienes no
agrícolas. Eso nos da una idea del intercambio actual y futuro del país
con dicho acuerdo.
En
el renglón industrial la apertura es total. La colocación de un
porcentaje significativo de partidas arancelarias con proceso de
desgravación en 10 y 15 años, muestra que la mayoría de aranceles y
barreras impuestas tendrán que ser eliminadas. Eso es congruente con la
propuesta neoliberal adoptada con la política integral de comercio
exterior adoptada por los distintos gobiernos, desde Álvaro Arzú hasta
el presente. En otras palabras los resultados muestran una
liberalización casi completa, lo que implica una profundización del
modelo de apertura externa. Eso no significa que los resultados sean del
todo beneficiosos para el país.
Para
justificar el continuo proceso de desindustrialización de la estructura
productiva, se basan en la teoría de la ventaja comparativa. Esto se
sustenta con los productos de exportación tradicional de base agrícola,
con poco o nada de valor agregado, basado principalmente sobre la
explotación de los recursos naturales y humanos. El café es un claro
ejemplo de esto, en donde somos más “competitivos comparativamente” que
los países de la Unión Europea. Sobre esa idea se quiere sustentar el
proceso de crecimiento económico.
La
UE en cambio excluyó del libre comercio casi el 18% del total negociado e
impuso medidas contingentes para 107 partidas arancelarias. O sea
obtuvimos una ratificación parcial del Sistema de Preferencias llamado
GP Plus. A este retroceso, el Ministerio de Economía llama avance, pues
ahora la UE reconoce el ingreso del “café tostado, molido y sus
preparaciones…”[1]
Lograr
la viabilidad exportable de ciertos productos tradicionales del país a
la UE, no significa tampoco que se registre un incremento significativo
de los niveles de exportación, ni un cambio en los volúmenes de consumo
en los países europeos. Pero nos conformamos con poco más que lo mismo.
Además el
Acuerdo de Asociación llega en plena crisis de la Unión Europea. En
esas condiciones económicas adversas, la exportaciones estarán
condicionadas por la situación de crisis que pasan los países europeos,
la capacidad de compra de los consumidores y la recuperación económica.
Guatemala
depende de algunos productos agrícolas históricos, propios de la región
tropical, que representan al fin de cuentas la injusta estructura
económica que sustentan tanta desigualdad y pobreza en este país. Café,
banano, azúcar y ahora agro combustibles, son productos ligados
fundamentalmente a la estructura injusta de distribución de la tierra,
el trabajo colono y la gran explotación agrícola. Un acuerdo que consolida esto, debe no ser tan bueno para la mayoría de la población y
muestra claramente que el modelo del libre comercio está agotado porque
focaliza los beneficios en aquellos grupos y sectores que ya tienen
ventajas, y excluye al resto de la sociedad.
En
el caso del azúcar de caña los resultados son poco significativos. De
acuerdo con los funcionarios de la industria cañera, la UE permitirá la
exportación de 150,000 TM con un crecimiento del 3% anual, cantidad
mayor a la establecida en CAFTA que fue de 97,000 TM y 2% anual, pero
que se debe distribuir por cuotas con los demás países.
Para
el banano, los beneficiados son las grandes corporaciones
estadounidenses que controlan los procesos de comercialización y son los
dominantes en la cadena de producción de banano a nivel local. En todo
caso, bajo las estructuras de producción y comercialización actuales, el
beneficio de incrementar la cuota de exportación de bananos
centroamericanos a la Unión Europea se inscribe dentro del marco de
negociación de la OMC, y no como producto del proceso negociado en el
Acuerdo de Asociación.
El
caso de la leche, otro de los productos sensibles en el último tramo del
proceso negociador, Guatemala logró diferenciales en torno a los montos
acordados de ingreso libre de aranceles para leche en polvo y quesos
maduros. Sin embargo eso no evitará la triangulación con otros países de
la región, por la vulnerabilidad de los controles existentes a nivel
aduanero en la región centroamericana.
En
este punto, el proceso evidenció la falta de reconocimiento de las
asimetrías existentes entre ambas regiones. El desplazamiento de la
demanda interna hacia productos importados hará que sea menos
competitiva la industria local y las posibilidades de apoyo para que
pueda subsistir son mínimas.
En
las reglas de origen Centroamérica mantiene el beneficio de contar con
zonas francas y regímenes especiales. Además de un trato especial para
la industria textil sobre el origen de cierta materia prima.
En
el tema de propiedad intelectual, se ratificó lo acordado con Estados
Unidos, ello incluye el tema de las patentes médicas, los periodos de
prueba, la concesión de patentes y el acceso a los recursos bio diversos
de la región. Adicionalmente, se incluyo el tema de las indicaciones
geográficas, y para el caso de Centroamérica, la región deberá tener una
normativa que proteja dicha indicaciones geográficas, previo a que
tenga vigencia dicho acuerdo.
En
resumen, los pocos logros alcanzados por el país en materia de acceso al
mercado europeo se ven desvanecidos por las concesiones hechas que
permiten un esquema de competencia asimetría, tanto porque no se evitó
ni se trato el tema de los subsidios agrícolas europeos, ni porqué se
tiene la capacidad productiva para competir con los procesos elaborados
de la industria europea.
Con
respecto al diálogo político y el acuerdo de cooperación, dos de los
pilares “novedosos”, en este esquema de tratado, las cosas pueden
significar un retroceso para Centroamérica.
El
Diálogo Político, queda supeditado al desarrollo del aspecto comercial,
que de por si, deja en claro la orientación empresarial que tendrá dicho
intercambio. En ese sentido lo suscrito deja sin reconocimiento la
cláusula democrática, lo cual desvirtúa por completo dicho diálogo y
retrocede la agenda planteada en el Acuerdo de San José, ratificada en
los posteriores procesos establecidos en las cumbres de presidentes y
jefes de estado a lo largo de estos años.
En
materia de cooperación, la UE utiliza este acuerdo para viabilizar el
esquema comercial que impone el AdA. Dicha cooperación tiene un marcado
acento en aquellos mecanismos que viabilicen el intercambio comercial.
En otras palabras, es una cooperación que en parte está orientada a
operativizar el acuerdo comercial y no es una cooperación al desarrollo.
En ese marco cabe preguntarse si es positivo o no para el país un nuevo acuerdo comercial de este tipo.
Aun
cuando el debate pueda parecer sin sentido dado que el Acuerdo ya fue
ratificado y por lo tanto se convertirá en ley nacional con jerarquía
constitucional dentro de pronto. Es importante que ese debate trascienda
más allá de la ratificación, pues lo que se cuestiona no es en sí el
Acuerdo, sino el modelo económico que impone y la forma en que el
Congreso lo ratifica.
No
hay evidencia de que estos tratados de libre comercio generen
beneficios reales para el país, ni mucho menos para la mayoría de la
población.
No
hay beneficios reales en el Tratado ni para el país ni mucho menos para
la mayoría de su población que es pobre y extremadamente pobre. Los
argumentos utilizados por los promotores del AdA no tienen ningún
fundamento, ni ético, ni legal, ni social, ni económico. Se fundamenta
en los beneficios para los grandes empresarios, los poderosos de siempre
que desde la conquista han obtenido todo a costa del sacrificio y el
trabajo del resto de la población, asumiendo que lo que es bueno para
ellos, es bueno para el resto de la sociedad.
Pero
hoy parecemos locos arando en el desierto, en medio del luto nacional y
la alegría de la reducción del impuesto de circulación, nadie debate la
conveniencia de este nuevo Acuerdo.
[1] Ministerio de Economía de Guatemala, fechado el 19 de mayo del 2010
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