Pequeña burguesía y clase media
Por Mario Roberto Morales - Guatemala, 14 de agosto de 2013
consucultura@intelnet.net.gt
¿En dónde está el partido que las representa?
Las aspiraciones de los pequeños y
medianos empresarios empatan con los anhelos de empleo estable de los
asalariados. Pero para que la pequeña y mediana empresa pueda emplear
mano de obra estable, necesita contar con el respaldo de un Estado que
actúe como garante de la igualdad de oportunidades para todo pequeño y
mediano emprendedor, garantizándole ¬–entre otras cosas– préstamos
bancarios con intereses razonables y el funcionamiento efectivo de la
libre competencia según reglas de juego dentro de las cuales debe
figurar en primerísimo lugar el control de los monopolios y oligopolios
(tanto locales como transnacionales, pues ambos se han fusionado en
compañías de las que las oligarquías locales figuran como socias
minoritarias).
La expansión sin cortapisas de la
pequeña y mediana empresa asegura el crecimiento y consolidación de una
amplia gama de capas medias y de una pequeña burguesía hermanada con sus
asalariados en un interés común de prosperidad económica. El único
obstáculo para que un desarrollo capitalista de este tipo ¬–el cual
cuente con una gran base económica local de pequeña propiedad agrícola y
de pequeña y mediana empresa– se relacione en términos nacionalistas
con el capital corporativo transnacional globalizado, es la existencia
de una oligarquía monopolista. ¿Por qué? Pues porque el monopolismo
oligárquico subsiste gracias a sus prácticas mercantilistas, las cuales
se apoyan en privilegios otorgados por un Estado vendido a sus
intereses, con lo cual asfixia a los pequeños y medianos emprendedores
haciéndolos fracasar en sus ambiciones autónomas, obligándolos a
trabajar de modo dependiente y subordinado al interés oligárquico.
Este interés, al concentrar en pocas
manos la exigua producción y distribución de la riqueza, constituye la
más formidable fábrica de pobres conocida hasta ahora. Pues lejos de
expandir y consolidar una diversificada clase media como garantía de
estabilidad política y social, pauperiza a los estamentos asalariados
empujándolos a actividades empresariales ligadas al delito organizado,
un rubro del cual las oligarquías participan también activamente. El
resultado de un estado de cosas tal, es un país que se va por el
sumidero y un Estado fallido que debe recurrir a la fuerza militar para
reprimir el descontento popular que brota de la marginación de las
mayorías del empleo, el salario y el consumo.
Hay oligarquías que entienden a
tiempo que para sobrevivir necesitan encabezar un proceso de
modernización capitalista que supere el monopolio y el mercantilismo
como únicas fuentes de acumulación, y que para eso necesitan invertir en
la expansión de la pequeña y mediana empresa. Pues han entendido
también que en condiciones de paz pueden acumular más capital que en
condiciones de conflictividad social, lo cual las exime de ser
oligarquías criminales. Además, pasar de ser clase dominante a ser clase
dirigente de un proyecto económico que incluya a todos en la
prosperidad, y no sólo a una veintena de familias, es la única forma de
asegurarse la sobrevivencia a largo plazo. De lo contrario, la
oligarquía que neciamente persista en su atrasada feudalidad rentista
está condenada a sucumbir bajo la ira de las masas expulsadas de la
educación, la salud, los servicios públicos y el empleo.
Llegó la hora de la pequeña burguesía y de la clase media. ¿En dónde está el partido que las representa?
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