Democracia,
la máscara de la Oligarquía Guatemalteca
Por María de los Ángeles Mendoza
Barrios, estudiante de Economía
¿Es
Guatemala realmente una Democracia? ¿O sigue siendo gobernada por una
Oligarquía?
Para responder a esta pregunta primero sería necesario
definir un par de conceptos, concretamente la definición aristotélica de los
mismos:
Democracia: gobierno de todo el pueblo para el bien de la
comunidad.
Oligarquía: gobierno de unos pocos ricos para su propia
conveniencia.
Luego habría que mirar hacia atrás en nuestra historia
para recordar cómo se fue formando la clase dominante, y quienes son los que
han mantenido el poder económico y político desde la antigüedad hasta nuestros
días.
Síntesis
Histórica
Comenzando desde el siglo XVI cuando los españoles
invadieron América; despojaron a los pueblos originarios de sus riquezas y los
sometieron económica, política e ideológicamente.
En la época de la colonia estábamos subordinados a la
monarquía española, a la cual se le debía pagar tributos. Durante esta misma
época, el sistema de repartimiento y encomienda permitió que un pequeño grupo
de criollos se adueñara de enormes extensiones de tierra, así como de la mano
de obra indígena necesaria para explotar dichas tierra. Y así es como fueron
acumulando grandes riquezas, y por lo tanto, también un gran poder económico.
Poco después, ese mismo grupo de criollos son los que
orquestan los movimientos independentistas, con el objetivo de ya no tener que
pagar tributos a la corona española, y así poder acaparar todo el poder
económico y político. De manera que en 1821 se firma el acta de independencia.
Tras la independencia hubo mucha inestabilidad política,
y predominaron los gobiernos militares (impuestos por la élite económica para
defender sus riquezas) que llegaban al poder por la fuerza o por medio de
elecciones fraudulentas, y algunos se quedaban en el poder por largos periodos
de tiempo. Tal como Estrada Cabrera quien gobernó durante 22 largos años, o el
General Jorge Ubico que fue presidente 14 años.
La revolución de octubre de 1944 pone fin a la dictadura
de Ubico y da inicio a un periodo dorado en el que gobiernan Juan José Arévalo
primero, y Jacobo Árbenz Guzmán después.
Quienes llevaron a cabo una serie de cambios para favorecer a la población
guatemalteca, buscaban modernizar la economía del país y fomentar el mercado
interno.
Con la Reforma Agraria, Jaboco Árbenz pretendía redistribuir
las tierras de cultivo entre el campesinado. Pero dicha acción atentaba contra
los intereses de los grandes terratenientes nacionales y extranjeros,
especialmente de la empresa estadounidense United Fruit Company. Por lo que
dichos terratenientes se organizan, y un ejército al mando del Coronel Carlos
Castillo Armas invade Guatemala. De manera que a Árbenz no le queda más que
renunciar a su cargo.
La contrarrevolución de 1954 revirtió los efectos de la
Reforma Agraria, y a partir de entonces volvieron a predominar los gobiernos
militares. Con la diferencia de que en determinado momento los militares se
cansaron de solamente defender las riquezas de la oligarquía, y comenzaron a
acumular sus propias riquezas. De modo que ya no estuvieron subordinados a la
oligarquía, pero siguieron teniendo relación con la misma.
En 1960 se desencadena un violento conflicto armado
interno, debido principalmente a la pobreza en la que se encontraba sumida gran
parte de la población y al cierre de los espacios político.
La época más grave del conflicto ocurrió desde finales de
los años setentas, hasta mediados de los ochentas. Durante el gobierno del
dictador Efraín Ríos Montt, ocurren los sangrientos genocidios.
En 1986 comienza la era democrática, tras llegar a la
presidencia Vinicio Cerezo, habiendo ganado las elecciones populares. Es
durante este gobierno, con los Acuerdos de Esquipulas, que comienzan los
procesos para firmar la paz.
El 29 de diciembre de 1996 finalmente se firman los
Acuerdos de Paz, con lo cual se puso fin a 36 años de conflicto. Esto sucedió
durante el gobierno de Álvaro Arzú (perteneciente a la élite criolla), gobierno
que se caracterizó por privatizar grandes empresas estatales.
En el año 2000 llega a la presidencia Alfonso Portillo,
por parte del partido Frente Republicano Guatemalteco (del General Ríos Montt),
quien aunque decía estar en contra de la oligarquía, no interfirió en absoluto
con los intereses de la misma.
Oscar Berger (perteneciente a la clase dominante)
gobierna a partir de 2004 y durante su gobierno privilegió grandemente a la
oligarquía.
En 2008 toma posesión Álvaro Colom, quien a pesar de
proclamar estar a favor de los pobres, tampoco tocó los intereses de la
oligarquía.
Otto Pérez Molina (ex general de ejército) fue el
presidente de Guatemala desde 2012, su gobierno se caracterizó por ser uno de
los más corruptos en la historia del país, por lo que en 2015 es capturado y
Alejandro Maldonado es designado por el Congreso para finalizar el periodo.
El actual presidente de Guatemala es Jimmy Morales del
partido FCN nación (conformado por militares) quien es considerado por muchos
como uno de los presidentes más ineptos y corruptos que ha tenido nuestro país.
Conclusión
Así que retomando nuevamente la pregunta inicial: ¿Es
Guatemala realmente una Democracia?
Luego de analizar la breve síntesis histórica descrita
anteriormente, concluyo que NO. Guatemala aún no es una verdadera Democracia,
pues no es el pueblo el que gobierna para el bien de la comunidad, sino que es
un pequeño grupo el que directa o indirectamente siempre ha gobernado para su
propia conveniencia. Con contadas excepciones claro, como el periodo de
1944-1954.
Además, como podríamos hablar de Democracia en un país
donde una gran parte de la población sigue sumida en la pobreza y la ignorancia
por no tener acceso a oportunidades de
desarrollo ni a educación de calidad.
Bien decía Platón, ya desde aquel entonces, que “la
democracia es el régimen en el que un pueblo menor de edad e insensato, es
arrastrado por los demagogos que abusan de su incapacidad.” (Scheifler,
Xavier.“Historia del Pensamiento Económico” Tomo I. Página 7-8. Editorial
Trillas. México, 1986.)
Reflexiones
Actualmente nos encontramos en pleno año electoral, ya
muy cerca de las próximas elecciones. Y la oligarquía de nuestro país pretende
una vez mantener su privilegiada posición y conservar su poder político y
económico.
La oligarquía es una minoría organizada que tiene bien
claro su proyecto de nación, proyecto que desde luego les beneficia solo a
ellos, pues no tienen la más mínima intención de erradicar la pobreza ni la
ignorancia, puesto que ambas les son elementos esenciales para mantener su
posición. Ellos no tienen ideología, muy poco le importa que candidato gane,
siempre y cuando no se atreva a tocar sus intereses.
Este año contamos con un diverso abanico de candidatos
presidenciales: hombres y mujeres, de ideologías de izquierda y de derecha,
católicos y evangélicos, indígenas y ladinos, etc. Y lamentablemente muchos de
ellos o forman parte de la oligarquía, o están dispuestos a colaborar con ella
o al menos a no interferir con sus intereses.
Por esa razón es importantísimo que como ciudadanos nos
tomemos el tiempo de razonar detenidamente nuestro voto. Antes de decidir
debemos analizar cuidadosamente a cada candidato; su procedencia, su aptitud y
sus propuestas. Y debe también recordar
nuestra historia, para que así no volvamos a cometer los mismos errores cuando
nos toque ir a elegir a nuestros representantes.
Evitemos votar por aquellos que tengan un pasado
cuestionable, poca o nula preparación para desempeñar el cargo, los que tengan
financiamiento ilícito, los que solo proponen cambios superficiales, y los que
representan solo sus propios interés o los interés de una minoría (ya sea los
grandes terratenientes y empresarios, los militares, las empresas
transnacionales o el crimen organizado).
Procuremos mejor votar por alguien con una reputación
intachable, con la suficiente experiencia y preparación, que financie su
campaña de manera transparente, que proponga cambios estructurales, que quiera
retomar lo pactado en los Acuerdos de Paz (sobre todo en lo relacionado con
temas agrarios y con los pueblos originarios, que durante tanto tiempo han
permanecido olvidados), y especialmente, votemos por alguien que realmente
represente los intereses del diverso pueblo de Guatemala.
Suele ser común escuchar comentarios como: “para qué voy
a votar si todos los candidatos son lo mismo”, “aquel candidato me llama la
atención, pero para qué desperdicio mi voto, si no va a ganar” o también
“aunque ganara uno bueno de todos modos no va a poder hacer nada”.
Es entendible que algunos piensen así pues después de
tantos gobiernos decepcionantes, a veces comenzamos a perder la esperanza.
Y aunque es bien sabido que hay empresarios y
terratenientes desmedidamente ambiciosos,
militares que solo están después a defender sus interés, políticos que
tienen nexos con el crimen organizado y/o que solo buscan enriquecerse; aun así
confío en que también existen algunos empresarios y terratenientes que busquen
el desarrollo económico del país, algunos militares dispuestos a defender los
interese del pueblo, algunos políticos honestos que quieran un cambio y sobre
todo, guatemaltecos honrados que cada día trabajan duro para salir adelante.
Por eso debemos comprender que el sistema democrático en
sí, no es el problema, pues hay países latinoamericanos como Uruguay donde si
existe una democracia plena. Y no darnos por vencidos; sino más bien debemos
dejar a un lado nuestras diferencias, unirnos, organizarnos, y seguir luchando
por alcanzar una Guatemala verdaderamente democrática. Una Guatemala con
igualdad y justicia social, donde todos tengamos oportunidades de desarrollo;
no más una Guatemala solo de unos pocos, sino una Guatemala de todos.
Bibliografía
Martínez Peláez, Severo. “La Patria del Criollo”.
Aguilar, Percy. “En el paraíso de la élite criolla”.
Boletín No. 37, DICE, CUNOC/USAC. 2019.
Gómez,
Moisés. “Si su voto no tiene sustento histórico y político no hay paraíso para
los pueblos de Guatemala” Boletín No. 37, DICE, CUNOC/USAC. 2019.
E-grafía
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