
Históricamente la Universidad
Nacional, la Universidad de San Carlos, ha desempeñado un papel
importante en los procesos sociales de Guatemala. Con los aires frescos
de la Revolución de Octubre de 1944, adquirió su autonomía y puso su
atención en la realidad en la cual estaba inmersa, en la naturaleza, en
el hombre y en la cultura nacionales.
A partir de la caída de Árbenz,
durante más de tres décadas, las fuerzas reaccionarias y el Estado
contrainsurgente se ensañaron en perseguir a los mejores universitarios,
y la Universidad, aparte de contribuir con sus propios defectos y
limitaciones, fue objeto de una campaña de violencia, acoso y descrédito
ante la opinión pública. Paulatinamente, desde mediados de la década de
los años ochentas, por causas externas e internas, la Carolina fue
perdiendo su conciencia social e histórica para desligarse cada vez más
de las circunstancias y de la población que le dan sustento.
Actualmente, hay quienes quisieran reducirla a la formación de
profesionales y a satisfacer los requerimientos del capital, del
mercado. Cabe entonces la pregunta: aparte de los indispensables
servicios que prestan los estudiantes que realizan sus prácticas y su
ejercicio profesional supervisado, ¿puede todavía la universidad servir a
su pueblo, al que siempre ha sido marginado, oprimido y explotado, a
los pueblos originarios, a las mujeres, al campesinado, a los
trabajadores y a las capas medias?
En estos tiempos en que la ideología
dominante ha impuesto el egoísmo, la desmoralización, el escepticismo y
la corrupción –el sálvese quien pueda, en una palabra– y donde pareciera
que no hay alternativa al neoliberalismo, la pregunta puede parecer
fuera de lugar, necia o equivocada. Después de todo, se dice, la misión
de la universidad debe ser preparar técnicos que se limiten a satisfacer
los requisitos de los patronos, e investigar para –al final de cuentas–
aumentar la productividad y la renta de las empresas.
No obstante, la acometida capitalista
neoliberal con su secuestro del Estado, con las privatizaciones de las
empresas y bienes nacionales, con la explotación de los recursos
naturales, la pérdida de derechos laborales y la criminalización de la
justa oposición social, ha puesto de manifiesto que la Universidad es
hoy tan necesaria como en años pasados. Unos pocos casos pueden servir
de ejemplo.
Veamos la oposición que ha suscitado
la abusiva actividad minera en el país. El Estado en sus leyes y
disposiciones exige que los opositores a la minería tengan credenciales
técnicas y profesionales para que sus argumentaciones sean tomadas en
cuenta en la maraña de procedimientos burocráticos que deben seguirse.
Las pobladores de las comunidades afectadas conocen los hechos, son
capaces y se han preparado pero, tan sólo por carecer de algún título
requerido, pueden ver imposibilitado el camino legal de sus demandas. El
jueves recién pasado asistí a una actividad organizada por el Centro de
acción legal, ambiental y social de Guatemala (CALAS) en que se trató
el proyecto a las reformas de la ley de minería, y los representantes de
las poblaciones y de las organizaciones en defensa del territorio y de
la naturaleza y contrarias a la explotación minera expresaron la
necesidad que tienen del apoyo científico y técnico de la universidad, y
su extrañeza por la indiferencia que ésta ha mostrado. Además, han
tenido que ser universidades extranjeras o entidades internacionales las
que realicen análisis químicos ambientales o, en el peor de los casos,
laboratorios pagados por las mismas empresas mineras transnacionales y
cuyos resultados ya se sabe cómo van a ser. ¿No hay en la universidad
laboratorios, equipo y personal capaz de efectuar análisis químicos,
físicos y biológicos confiables, precisos y exactos que puedan
evidenciar cuál es la realidad de la contaminación ambiental? Y si los
hay, ¿por qué la inacción?
La Ley de desarrollo rural está
estancada en el Congreso de la República, el problema de la tenencia y
uso de la tierra se ha agudizado y una reforma agraria integral, bien
planificada en sus aspectos técnicos, económicos y sociales es
necesaria. El concurso de agrónomos, economistas, administradores y
científicos de diversas disciplinas, la institucionalidad de la
universidad, podrían contribuir al esclarecimiento del problema con su
conocimiento y con la comunicación y convivencia con el campesinado, en
un intercambio fructífero de saberes y aspiraciones.
La errada e innecesaria pretensión
gubernamental de eliminar las Escuelas Normales y la carrera de
Magisterio para sustituirla por un bachillerato en educación seguido de
tres años de instrucción universitaria, y la oposición de los
estudiantes, profesores y directores normalistas y de los padres de
familia en todo el país, es otro asunto en que la universidad puede
participar mediante el estudio de la situación y la formulación de
planteamientos pedagógicos, filosóficos, objetivos y bien fundamentados
que aboguen por la formación de maestros competentes y con conciencia
política que les permita trabajar por una educación que promueva la
liberación individual y colectiva de nuestro pueblo.
Muchas
situaciones más podrían mencionarse pero concluyamos con lo que acaso
sea el mayor aporte que la universidad puede dar a su pueblo: coadyuvar
en el fortalecimiento de una ideología nacional, ideología no como
encubrimiento o mistificación de la realidad sino en el sentido de
conocimiento científico de la sociedad y de la naturaleza, y en el de
concepción del mundo y de proyecto de vida de los grupos mayoritarios y
más necesitados. Los pueblos indígenas, las organizaciones comunitarias,
las mujeres, los jóvenes, los campesinos, los asalariados, los adultos
mayores, la población que defiende su modo de vivir y su territorio de
los atropellos de las empresas transnacionales extractivas, conocen
nuestra realidad por vivirla más de cerca y están generando también
pensamiento. Los universitarios tienen mucho que aprender y enseñar si
toman conciencia de estos movimientos populares que buscan la liberación
de aquello que hasta ahora ha limitado sus posibilidades de llevar una
existencia humana y digna. Para esta acción universitaria hay, sin
embargo, un obstáculo formidable: no basta la labor individual y aislada
de profesores, estudiantes y trabajadores; la Institución de educación
superior debe actuar sistemática y concertadamente pero su miope, inepta
y desnaturalizada dirigencia –hay excepciones notables y honrosas,
empero– su burocracia y su inoperante estructura administrativa y
académica deben ser primero sacudidas y luego, en la medida de lo
posible, reformadas. ¿Responderán la Universidad y sus integrantes a su
pueblo?
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarRealmente es triste y lamentable que actualmente la Tricentenaria Universidad de San Carlos de Guatemala, la única universidad del pueblo, no esté cumpliendo con sus objetivos, que es la de ayudar al pueblo más desprotegida de la nación guatemalteca.
ResponderEliminarPero es más triste saber, oír y ver, que hay muchas personas que están conscientes de este fenómeno de decadencia de la formación académica y política críticas, de la magna casa de estudios, y no hacen nada para contrarrestar esta situación, porque sólo comentando, escribiendo y diciendo no se puede solucionar nada…. Es necesario tomar acciones contra las personas corruptas que incumplen los fines de la universidad, por estar vinculado a una bandera política, ya que defienden más un grupo de personas que la población guatemalteca, y lo peor de los casos estas personas ocupan puestos claves en la universidad, que va desde representante estudiantil, hasta rector universitario…
Es momento comunidad universitaria, ¡no más división política entre nosotros!, trabajemos todos para un solo fin, el bien común de la población guatemalteca.
Las Leyes estan bien elaboradas el problema es que nadie los hace cumplir empezando con los que los elaboran hasta un trabajador municipal, si tan solo cumplieran con lo que les corresponde y conformar con sus salarios eso seria un buen comienzo. Yo estoy de acuerdo que es momento de hacerles saber a la población pero hacerlos cumplir también, por que solo asi podemos hacer un futuro mejor a nuestro Guatemala.
ResponderEliminarEs impactante tu articulo Estrada, me parece que la USAC ha perdido su razón social de defensa de los derechos inalienables del pueblo y su carácter combativo, para convertirse en un ente totalmente de inereses políticos y personales
ResponderEliminarTe saluda Jaime Urbina del INFANTES
Me gustaría contactarte mi correo Jaime.urbina@yahoo.com
Un abrazo